El castillo de Malmuerta es una torre construida en el siglo XV ubicada en el barrio de Santa Marina en la ciudad de Córdoba. Destaca no solo por su majestuosidad y diseño arquitectónico sino también por la leyenda que ocultan sus paredes.
En su historia está inmerso el relato legendario que se suscitó en el año 1448. Aunque fue un hecho histórico por la muerte de los comendadores de Córdoba, en la leyenda se combina con la ficción.
Acompáñanos a conocer más detalles sobre la leyenda del castillo de Malmuerta, también conocido como leyenda de los comendadores de Córdoba.
Leyenda del castillo de Malmuerta
Esta leyenda cuenta la historia de Fernando Alfonso de Córdoba quien era un destacado caballero de la sociedad cordobense. Contaba con una grandes posesiones y buena posición en la Corte castellana debido a su fortuna y a la amistad que tenía con el rey Juan II de Castilla, padre de Isabel la Católica.
Fernando Alfonso estaba casado con la joven Beatriz de Hinestrosa quien era una dama respetada de la alta sociedad. Era una mujer de gran belleza que lo tenía muy enamorado. Ella lograba apaciguar el carácter agresivo de su esposo, convirtiéndolo en un cordial y sagaz diplomático.
Aunque era un matrimonio estable, la pareja se sentía incompleta ya que no habían tenido hijos y eso en parte empañaba su felicidad. Según los diarios de la época la pareja había hecho todo lo posible por tener hijos, desde evaluaciones médicas hasta promesas religiosas, votos y conjuros de hechiceros mahometanos.
Desengañado de los brujos y doctores, Fernando Alfonso de Córdoba pensó que debía confiar más en el amor que tenía por su esposa. Dejó todas las perturbaciones políticas de la Corte y regresó a Córdoba para no separarse de ella.
Antes de regresarse a Córdoba, recibió de parte del monarca castellano Juan II de Castilla un valioso anillo que era una obra de arte. Era un símbolo de la estima que le tenía. Fernando Alfonso agradeció el obsequio y al llegar a casa se lo colocó a su esposa como muestra del profundo amor que le tenía.
No llevaban mucho tiempo en Córdoba cuando recibieron en su casa a los primos de Fernando Alfonso quienes venían de visita por unos días. Eran los comendadores Fernando Alfonso de Córdoba y Solier y Jorge de Córdoba y Solier. Beatriz le bridó todas las atenciones posibles ya que le gustaba agasajar a los familiares de su esposo.
Jorge de Córdoba quedó impactado con la belleza de Beatriz, se enamoró perdidamente de ella desde el primer día. Con el pasar del tiempo el amor fue creciendo. Aunque la pasión que sentía era cada día incontrolable nunca tuvo un comportamiento que hiciera sospechar lo que sentía.
Tampoco le pasó por la mente la idea de declararle lo que sentía a Beatriz, sólo pensaba que no podía ser porque era la esposa de su primo.
Fernando Alfonso por petición del ayuntamiento de Córdoba tuvo que desplazarse a la Corte del monarca para hacerle una petición al rey Juan II de Castilla. Beatriz quedó en casa en compañía de los Comendadores.
La distancia entre ellos fue muy fuerte para ambos. Fernando Alfonso nunca le gustó distanciarse de su esposa, pero por sus obligaciones no tuvo otra opción. Confiaba en la lealtad de su esposa y familiares.
Las gestiones de Fernando Alfonso en la Corte se fueron alargando y fue obligado a retrasar el regreso a casa, lo único que lo animaba eran las cartas de su esposa. Luego de meses de ausencia, la comunicación entre los cónyuges comenzó a ser menos frecuente. Una de las cartas que recibía era las de un fiel criado quien le solicitaba que regresara urgentemente a su hogar.
Durante su estancia en la corte recibió la visita de su primo Jorge quien se había desplazado desde Córdoba para una audiencia con Juan II. Ellos se sentaron a conversar por un largo rato de Beatriz y Fernando Alfonso se sintió feliz al recibir buenas noticias de su mujer.
El monarca solicitó la presencia de Fernando Alfonso y le reclamó que no se había comportado como un buen vasallo. Preguntó los motivos y el rey le dijo que él no le había dado la debida importancia al anillo que le había regalado ya que lo tenía su primo Jorge. Se lo acababa de ver puesto en su mano.
Fernando Alfonso sintió mucha rabia y recordó las cartas que había recibido de su fiel criado. Se disculpó con el rey indicándole que había perdido tanto la joya como su honor y tomó su caballo para regresar a su casa de Córdoba.
Beatriz al verlo salió a su encuentro, se mostraba muy enamorada, tanto que Fernando Alfonso dudó que hubiese sido infiel. Toma la decisión de esperar para comprobar si de verdad fue traicionado.
La mañana siguiente, Fernando Alfonso se encontró con su fiel criado Rodrigo, quien le contó que Beatriz y su primo Jorge eran amantes. El caballero se llenó ira y deseo de venganza.
La reacción de Fernando Alfonso no se hizo esperar, asesinó a su esposa y a su primo Jorge de Córdoba y Solier. También a varios familiares y criados suyos quienes le habían ocultado esa traición. El caballero cordobés huyó en compañía de su fiel criado buscando olvidar su desgracia.
Los documentos de la época señalan, que el rey Juan II de Castilla supo de este hecho y le concedió indulto real en el año 1449.
Otra versión de esta leyenda es que Fernando Alfonso de Córdoba cegado por los celos mató a su esposa pensando en que le había sido infiel, aunque ella nunca lo fue. El caballero se arrepintió del crimen cometido y pidió perdón al rey Juan II.
Según esta leyenda el monarca castellano le ordenó construir una torre en Córdova para ser perdonado por sus crímenes. La construcción se realizó en la casa donde se había cometido el crimen y una vez culminada fue llamada “Mal-muerta”
Tanto auge tuvo esta historia de amor que terminó en tragedia que hasta el reconocido dramaturgo Lope de Vega escribió a finales del siglo XVI una obra de teatro que relata lo sucedido, titulada Los comendadores de Córdoba.